domingo, 16 de julio de 2006

Proyecto en la Cámara de Diputados

Proyecto de Declaración

La Honorable Cámara de Diputados

de la Provincia de Buenos Aires

Declara

Que vería con agrado que el Poder Ejecutivo a través del organismo que disponga, arbitre las medidas necesarias para concretar la realización de la película “El Día que Cambió la Historia”, escrita y dirigida por Jorge Aguaje y Sergio Pérez.


FUNDAMENTOS

La Película intenta aportar la reconstrucción histórica del hecho, él recupero de la memoria y el rescate del olvido de los hombres y mujeres que hicieron historia, que hicieron “El día que cambio la historia”.

La calle Nueva York de Berisso ha sido durante años, el eje principal de la vida social, cultural y política de Berisso. Es por lo tanto, protagonista muda de millares de historias de vida generadas a partir de la actividad económica de los frigoríficos y de la oleada inmigratoria, convirtiendo a la ciudad en una de las más cosmopolitas del mundo.

Allí, en esa calle, se origino el hecho más importante de la historia Argentina del siglo XX: La movilización popular del 17 de Octubre de 1945. Desde allí partió una de las principales columnas de trabajadores que llegó a Plaza de Mayo, para pedir por la liberación del General Juan Domingo Perón.

El Documental pretende narrar lo sucedido en Berisso durante esos primeros días de octubre de 1945, culminado con la gesta histórica del 17 de Octubre.

El mismo estará estructurado por tres líneas narrativas, intercalándose entre si en distintos momentos.

a) Reconstrucción histórica, utilizando material de archivo.

El material de archivo se usara para contextualizar el periodo histórico en el que sucedieron los hechos.

Este material, en algunos casos, ira acompañado por una voz en off.

Esta línea narrativa se alternara con los testimonios y la ficción.

b) Reconstrucción a partir de los testimonios de ciudadanos que vivieron ese hecho histórico.

c) Recreación ficcionada de algunos hechos.

Para esta línea se contara con la presencia de un personaje que oficiara de narrador introduciéndonos en los testimonios y que además contara datos históricos interactuando con las otras dos líneas narrativas.

En 1871 una terrible epidemia de fiebre amarilla diezmó la población de la ciudad de Buenos Aires. Se creyó que la culpa la tenían los mataderos, que echaban los desperdicios de las reses al Riachuelo, contaminando sus aguas.

Un decreto prohibió la instalación de estos establecimientos en las cercanías de la ciudad de Buenos Aires.

Don Juan Berisso, que para entonces un pujante empresario italiano dedicado a la industria de la carne, tuvo que buscar otro lugar para instalar su establecimiento.

El lugar elegido fue un paraje cercano al pueblo de la Ensenada, a unos sesenta kilómetros de la capital. Allí instaló su saladero que durante más de veinte años faenó miles de reses y dio trabajo a decenas de familias, gauchos y chacareros venidos de toda la pampa húmeda.

Pero el tranquilo caserío cambió repentinamente a partir de 1904. Unos años antes, Dardo Rocha había elegido esa zona para construir la capital de la provincia de Buenos Aires y convertir a la Ensenada en el puerto más importante del país. Para trabajar en las obras de construcción del puerto y de los edificios de la ciudad vinieron obreros de todas partes, sobre todo de la lejana Europa, empujados por la miseria.

Viendo la ventaja de contar con un puerto tan cerca, un consorcio de empresarios británicos se propuso construir allí el frigorífico más grande del mundo. El 4 de julio de 1904 fue inaugurado, con la presencia del embajador británico.

Las obras de ampliación continuaron y cada vez hicieron falta más manos, tantas que la noticia se difundió por todas partes y así comenzaron a llegar a Berisso oleadas de inmigrantes que le darían a este lugar y a esta calle una característica muy particular.

En la calle Nueva York se fueron instalando negocios de todo tipo, atendidos por comerciantes de distintas nacionalidades, sobre todo europeos, árabes y judíos. Casi al mismo tiempo que la primera guerra mundial había estallado, en Berisso otro frigorífico habría sus puertas, en este caso de capitales norteamericanos.

En la Argentina, la lucha sindical se intensificó en aquellos años y en Berisso particularmente.

El movimiento obrero argentino estaba organizado en dos grandes vertientes: la anarquista y la socialista.

En la otra punta del planeta ocurriría un hecho fundamental en la historia del siglo: en Rusia se produciría la primera revolución socialista del mundo. En Rusia los trabajadores y el Partido Comunista derrocaban al Zar.

La ley Sáenz Peña le había permitido a Hipólito Yrigoyen asumir la presidencia del país. Como en casi todo el resto del país, en Berisso el radicalismo también era mayoritario.

Las condiciones de explotación en los frigoríficos, seguían siendo tan duras como antes. La paciencia de los trabajadores tuvo su límite. Estalló una huelga que sería sofocada a los tiros, dejando como saldo varios muertos y un centenar de obreros presos y torturados en los mismos galpones del frigorífico.

En los años siguientes la agitación obrera decayó un tanto, mientras seguían llegando trabajadores de todas partes. Los frigoríficos trabajaban en tres turnos y cada vez hacía falta más mano de obra.

Las jornadas en los frigoríficos eran extenuantes, el salario muy bajo y para poder sobrevivir los obreros tenían que hacer interminables horas extras en condiciones deplorables.

En esos años la lucha de los obreros argentinos tuvo como objetivo principal conseguir el reconocimiento de la jornada laboral de 8 horas. Que se obtuvo luego de años de huelgas, paros y movilizaciones.

Hipólito Yrigoyen era derrocado promediando su segundo mandato.

Con el golpe de estado dado por el General Uriburu en 1930 comienza lo que luego se denominaría "La Década Infame".

La clase trabajadora Argentina, mientras tanto, seguía sumergida en la mayor pobreza desprotegida de toda legislación laboral.

La actividad política y sindical fue duramente reprimida, se perseguían y encarcelaban a los militantes socialistas y comunistas que activaban en las fábricas.

Los anarquistas, habían sido golpeados duramente a fines de la década anterior, cuando en 1927 fue juzgado y fusilado el legendario Severino Di Giovani, junto a sus más cercanos seguidores. Severino caminó por las calles de Berisso, empeñado seguramente en el intento por lograr la rebelión de los obreros de la carne.

Al final de esa década las condiciones de trabajo empeoraron y el salario también.

Estalla la Segunda Guerra Mundial.

Inglaterra, necesitaba más carne y los obreros argentinos tenían que trabajar más horas por el mismo salario.

El modelo de la “Década Infame” estaba en crisis, la falta de legitimidad y la disconformidad de algunos sectores de las fuerzas armadas dieron paso en junio de 1943 a un movimiento encabezado por el GOU, Grupo de Oficiales Unidos, estos se hacían cargo del gobierno.

Un coronel con una brillante trayectoria militar, ocupó un cargo que hasta ese momento era considerado como de poca importancia en el gabinete nacional: la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ese hombre era el Coronel Perón.

A pesar de los magros salarios y las pésimas condiciones de trabajo, la actividad sindical había disminuido notablemente durante esos años. La persecución a los dirigentes sindicales iniciada en los años treinta había provocado un deterioro importante en la representación del movimiento obrero, agravada por la falta de visión política de muchos de sus dirigentes, afiliados a las grandes internacionales, que consideraban prioritario el problema de la guerra y pretendían reproducir en la Argentina, el frente aliado entre capitalistas y comunistas que se estaba dando en Europa para combatir al fascismo.

En Berisso, la débil representación sindical estaba en manos de la Federación Obrera de la Carne, cuyo secretario general era el dirigente comunista José Peter.

Los obreros de los frigoríficos, como todos los obreros argentinos, no podían esperar más. Cipriano Reyes, trabajaba en la Sección Calderas del Swift, que era la que producía la energía que alimentaba toda la producción. Cipriano sabía que parando ese sector se podía parar la fábrica; además, contaba con el apoyo incondicional de sus hermanos y de un grupo de amigos. Con ellos comenzó con las primeras protestas, que rápidamente se extendieron a todo el Swift y también al Armour.

Cipriano sabía también que para lograr sus objetivos el movimiento debía estar organizado y se dio a la tarea de crear un nuevo sindicato: el Sindicato de la Carne. La tarea de afiliación comenzó pronto clandestinamente dentro de las fábricas.

Si bien la insipiente lucha obtuvo algunos logros al principio, las cosas más importantes no se habían conseguido. Por eso las bases del sindicato comenzaron a presionar a Reyes y a sus allegados para que fueran a buscar el apoyo del Coronel Perón, cuya figura venía creciendo a pasos agigantados a nivel de la clase trabajadora, a partir de notables mejoras en los salarios y las condiciones de trabajo que logró imponer desde su Secretaría.

Apoyados por Perón, los obreros de los frigoríficos de Berisso protagonizaron grandes huelgas y gigantescas movilizaciones que obligaron a las patronales a ceder y erizaron la piel de toda la oligarquía.

La relación de Perón con el pueblo de Berisso fue de mutuo encantamiento.

Pero no era solo el pueblo de Berisso el que apoyaba a Perón, en todo el país el coronel concitaba cada vez más adhesión entre los sectores populares. El crecimiento de su figura política pronto se trasladó al seno mismo del Poder Ejecutivo, donde fue ganando cada vez más espacios.

Por supuesto su crecimiento y su avance encontraban sórdidas resistencias en el seno del poder. Los sectores que veían en él una amenaza para sus intereses, siempre lejanos de los del pueblo, pidieron, exigieron que fuera destituido y detenido. La junta de gobierno decide entonces destituir de sus cargos al coronel y enviarlo detenido a la isla Martín García. Esa medida despertaría la ira popular. Una rebelión que muchos se empeñaban en no aceptar.

La detención de Perón produjo un estado de asamblea permanente en la clase obrera Argentina, mientras muchos exigían el llamado a un paro general para lograr la libertad del coronel, otros preferían probar con la negociación.

La presión popular no hizo cambiar de idea al gobierno, que se resistía liberar a Perón y lo seguía manteniendo confinado en la isla. Estaba claro que solo un paro general y una gran movilización podrían cambiar las cosas. Pero muchos dirigentes dudaron y no quisieron aventurarse a declararlo.

En Berisso, en cambio, la gente estaba dispuesta a hacer cualquier cosa por su líder y Cipriano Reyes, que desde un violento episodio ocurrido tiempo atrás se encontraba en la clandestinidad, se abocó a organizar la protesta desde La Plata.

Con Perón encarcelado y Reyes escondido, el pueblo de Berisso se vio ante la disyuntiva de apaciguar su lucha o redoblar la apuesta. Los ojos del país estaban puestos en él, porque por número y por combatividad, su participación sería decisiva en la suerte de la protesta.

Para el día 17 estaban anunciados un paro general y una gran movilización a Plaza de Mayo, pero la mayor parte de la prensa especulaba la disolución del movimiento y aseguraba que todo estaba tranquilo.

Pero en todo el país, el clima era de extrema agitación y en Berisso muy especialmente.

El cuartel general del sindicalismo berissense estaba en una casa donde funcionaba la sede del Sindicato de la Carne. Allí se había decidido el día anterior que la movilización debía hacerse si o si, esa sería la única garantía para obtener la libertad de Perón.

El diecisiete a la mañana, los obreros estaban en asamblea en los frigoríficos. En ese momento fue cuando un grupo de trabajadores de la carne que estaban reunidos en el sindicato, decidieron salir ellos mismos a convocar a la población a movilizarse. Se dirigieron en tranvía a Villa Zula, uno de los barrios de Berisso que a partir de allí la movilización fue creciendo cada vez más a su paso por los distintos barrios, nutriéndose con los obreros del frigorífico y sus familias. Cuando llegan a la calle Nueva York ya eran varios miles, estaban esperando los obreros del frigorífico, que fueron abandonando las plantas para sumarse a la movilización.

En esta calle, “La Nueva York”, se encolumnaron miles de almas para marchar en busca de la libertad de su líder.

“Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plano sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente de sus fábricas y talleres. No era esa muchedumbre un poco envarada que los domingos invade los parques de diversiones con hábito de burgués barato. Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de restos de breas, grasas y aceites. Llegaban cantando y vociferando, unidos en una sola fe. Era la muchedumbre más heteróclita que la imaginación puede concebir. Los rastros de sus orígenes se traslucían en sus fisonomías. Descendientes de meridionales europeos iba junto al rubio de trazos nórdicos y al trigueño de pelo duro en que la sangre de un indio lejano sobrevivía aun...”. Raúl Scalabrini Ortiz, “Tierra sin nada, tierra de profetas”

Por los motivos antes expuestos, es que solicito a este Honorable Cuerpo que acompañen con su voto afirmativo el presente proyecto.

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